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viernes, 6 de mayo de 2011

La muerte de Osama Bin Laden: Respuesta a los medios de comunicación

El 1 de mayo de 2011, el presidente Barack Obama apareció en la televisión nacional con el espontáneo anuncio que Osama Bin Laden, el supuesto organizador de los trágicos acontecimientos del 11 de septiembre de 2001, había sido asesinado por las fuerzas militares en Pakistán.

En contados instantes, un bombardeo mediático corrió a través de prácticamente todas las cadenas de televisión en lo que sólo podría describirse como una grotesca muestra de celebración, reflejo de un nivel de inmadurez emocional que raya en la psicosis cultural. Imágenes de gente corriendo por las calles de Nueva York y Washington cantando consignas patrioteras estadounidenses, agitando sus banderas como los miembros de algún culto, alabando la muerte de otro ser humano, revela otra capa más de esta enfermedad que llamamos sociedad moderna.

El alcance de éste comunicado no es el de discutir los fines políticos de este tipo de evento o el de esclarecer la arreglada escena de cómo la percepción del público iba a ser controlada por los medios de comunicación y el Gobierno de los Estados Unidos. Más bien, el punto de este artículo es expresar la tremenda irracionalidad aparente y cómo nuestra cultura resulta fácilmente obsesionada y cargada de emociones respecto a simbologías superficiales, en lugar de verdaderos problemas subyacentes, soluciones o consideraciones racionales de las circunstancias.

El punto primero y más obvio es que la muerte de Osama Bin Laden no significa nada cuando se trata el problema del terrorismo internacional. Su muerte simplemente sirve como una catarsis de una cultura que tiene una fijación neurótica en la venganza y la retribución. El hecho mismo de que el Gobierno -que desde un punto de vista psicológico ha servido siempre como una figura paterna para los ciudadanos- refuerce la idea de que matar a la gente es una solución, debería ser suficiente para que la mayoría de nosotros tomáramos una pausa y consideráramos la calidad de los valores propios del espíritu de nuestra época.

Sin embargo, más allá de las distorsiones emocionales y el patrón trágico y vengativo de recompensar la continuación de la división entre seres humanos y la violencia existe una consideración más práctica con respecto a lo que es realmente el problema y la importancia de ese problema con respecto a lo prioritario.

La muerte de cualquier ser humano es una consecuencia incalculable en la sociedad. Nunca es solamente la muerte del individuo. Es la muerte de las relaciones, el compañerismo, el apoyo y la integridad de los entornos familiares y comunitarios. La muerte innecesaria de 3000 personas el 11 de septiembre de 2001 no es ni más ni menos importante que las muertes ocurridas durante las guerras mundiales o aquellas causadas por cáncer y enfermedades, accidentes o cualquier otra cosa.

Como sociedad, es seguro decir que buscamos un mundo que limite estratégicamente todas éstas consecuencias innecesarias, a través de enfoques sociales, que permitan la mayor seguridad que nuestro ingenio pueda crear. Es en este contexto que la obsesión neurótica con los acontecimientos del 11 de septiembre 2001 se convierte en algo gravemente insultante y perjudicial para el progreso. Se ha creado un entorno en el cual cantidades escandalosas de dinero, recursos y energía son gastados en la búsqueda y destrucción de muy pequeñas subculturas de seres humanos que presentan diferencias ideológicas y reaccionan a estas diferencias a través de la violencia.

Sin embargo, en los Estados Unidos cada año, aproximadamente 30.000 personas mueren a causa de accidentes automovilísticos, la mayoría de los cuales podría ser detenido a través de cambios estructurales muy simples. Es decir, 10 veces las víctimas del 11 de Septiembre cada año… sin embargo, nadie parece entristecerse por esta epidemia. Asimismo, más de 1 millón de estadounidenses mueren de enfermedades cardíacas y cáncer al año -cuyas causas están relacionadas con influencias ambientales en su mayoría. Sin embargo, sin importar el número de víctimas anuales causadas por estas enfermedades y accidentes -más de 330 veces el número de víctimas del 11 de Septiembre- las asignaciones presupuestarias gubernamentales para la investigación de estas enfermedades es sólo una pequeña fracción del dinero gastado en las operaciones de “lucha contra el terrorismo”.

Esta lista podría seguir y seguir evidenciando la perversión de prioridad acerca de lo que realmente significa salvar y proteger la vida humana. Espero que muchos puedan reconocer el grave desequilibrio que enfrentamos con respecto a nuestros valores.

Así que, volviendo al punto de la venganza y la retribución, concluiré este comunicado con una cita de Martin Luther King Jr., probablemente la mente más brillante e intuitiva a la hora de referirse al poder de la no-violencia y los conflictos. El 15 de septiembre de 1963 una iglesia de Birmingham, Alabama, fue bombardeada, matando a cuatro niñas que asistían a la catequesis.

En un discurso público, el Dr. King dijo:

“¿Qué asesinó a estas cuatro niñas? Mira a tu alrededor. Verás que muchas personas de las que nunca sospechaste participaron en este acto de maldad. Así que esta noche todos nosotros debemos salir de aquí con una nueva determinación de luchar. Dios tiene un trabajo para nosotros. Tal vez nuestra misión es salvar el alma de América. No podemos salvar el alma de esta nación lanzando ladrillos. No podemos salvar el alma de esta nación consiguiendo municiones y saliendo a disparar armas físicas. Debemos saber que tenemos algo mucho más poderoso. Basta con usar una munición: el amor. “

- Dr. Martin Luther King, 1963 -

~ Peter Joseph